Qué difícil, es repartir el poder. Yo lo pasé. Me equivoqué. Siempre me equivoqué. Uf!
Pero cuándo le done, la parte que me corresponde, de mi casa, a mis dos hijos. Siento, que ahí, no me voy a equivocar. Alguien, me dice: Todo es para pensar. Pero tengo unas ganas, de irme a vivir a un Morro, metido en una isla, en donde por todos lados, tenga al Mar. Y una ventana por donde lo mire. Y si se me cae una lágrima, va a ser por que los extraño. Pero en ese Morro voy a tratar, de aprender a ser feliz. ¿Esperanza? Otra forma del Delirio. Bueno, deliraré. En el Morro, no hay mosocomios, casi seguro no me van a internar, o no. Pero una vida nueva, quiero tener. Aunque un Moto-Chorro, que no es chorro, me grite: VIEJA de m. . . . Tanto
lío por cruzar un semáforo mal. Parece de la federal de Macri. Tengo mucho, mucho, tiempo para vivir. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Patricia me cuenta, que en su familia, cada uno anda en lo suyo y en la mía también. ¿Será el secreto para ser feliz? En el Morro no hay motos, siempre caminas. Las chicas de allá, advierten: los brasileros son fiesteros. A mí que me interesa. ¡Vivan las Fiestas! Pero no, para mí. Qué lindo es flotar, me siento tan feliz, cuando hago la plancha, en el Mar del Morro, veo pajaritos -no los que tengo en la cabeza- y palmeras enormes, donde podes colgar las hamacas paraguayas. . . . . . ¡Que ,
Lindo qué es Brasil!
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