jueves, 19 de agosto de 2010

LOS TANOS.

Viví en un barrio, que decían que era un crisol de razas. La cuestión es, que era mentira. LA MAYORÍA ERAMOS TANOS. En mi casa vivían, la Cuto, la Mena, la Morocha, la Popona, la Maruca, el Bambi, la Pinky, la Amelie, la Mimi, el Cochemba, el Fiestero,y no sé cuántos nombres raros más. O mejor no hablo más, porque después, encima se van a enojar. Tenía una abuela que pertenecía a la Camorra, le tenía un miedo. Siempre me gritaba: Deja de subir y bajar, esas escaleras, que las baldosas me las vas a gastar. Pinkito y Bambi eran sus preferidos. A Ana y Valeria las quería mucho, pero me da la impresión, que a mí, no me quería ni ver. Estas primas, tenían un padre que era pastelero, y en los ratos libres pintaba cómo un ángel, y se llamaba así. Yo había empezado a tener ideas socialistas, y como mi viejo era peronista, me peleaba todo el día. En realidad todos, eran peronistas, menos mi tío Toto, que también era socialista, escribía poemas, para mi tía Irma, me encantaba ir a ver su biblioteca, desde dónde colgaba a un mono, era tan celoso, que a mi tía la tenía atada, siempre al lado de él. Ella era muy bonita y cuándo se casó, esta abuela le hizo un vestido con la mejor modista. También tenía una hermana internada en el Borda, y ella era la única que la iba a ver, la habían encerrado porque quedo embarazada siendo soltera, y por supuesto que en el Borda la terminaron de enloquecer, gritaba pidiendo por su bebé, y le encajaron tanta medicación, que así quedo. Esto me lo contó mi vieja, que cuando se iba la extrañaba tanto, y cuándo volvía no paraba de preguntar: Abuela, dónde fuiste. Y a su vez yo no paraba de preguntarle a mi mamá: Decime qué sabes de toda la familia. Dicen los vecinos del barrio, que mi bisabuelo era Anarquista, tenía un horno de barro, dónde hacía ladrillos, y una noche de huelga, salio con el Carro a repartir volantes, y le pegaron como cinco tiros. Pero cuándo uno se iba de esa casa, enseguidita quería volver, se los extrañaba tanto. Los domingos mi bisabuela, hacía risoto o ravioles caseros, en la mesa éramos cómo cuarenta. Tenía siete hijos, más las nueras y los yernos y los hijos de los hijos, y tres bisnietos. No entraba más nadie, pero siempre había lugar para un plato más.

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